Es la primera vez que la televisión que se pone y no se apaga. Nos concentramos a ratos y murmuramos la locura de las noticias. No hay mucho cambio en el tema de conversación aunque tampoco es que charlemos mucho.
Ya no hablo con El Rey a menos que me haya quedado sin opciones. Habíamos llegado a un punto de comunicación inviable.
No me vale como respuesta que al ser ascendente pueda tener licencias que condena al dueño de la casa en la que estamos.
A momentos me recuerda un intento de el gran Gatsby. En caricatura.
Con La Bruja he tenido un par de choques: necesito respirar. Y Compinche cuando se entona [antes era un ciclo: día sí- día saliente de guardia - día manitas; ahora : hoy sí y en cuanto pueda también, si no para mejor] no ayuda, ahoga más.
¿Cuán difícil es entender que conozco mis límites?