domingo

Entre encuentros y encontronazos

Señora no dio sus horas y nos conocimos en una octava sala fría, tú en cambio irradiabas energía. Nos vimos al año entre cafés. Esa añada fue un contacto más oficial, de los que surgieron correos de crispación y humor. 

El trato era de guía. Te sentabas con nosotros en medio de las aulas, dejando atrás la mesa y pizarra. Explicabas aunque fuera la novena vez que preguntamos lo mismo y solo unos escasos trece minutos en los que nos llamaste tontos y vagos [ambas calificaciones son correctas] por no resolver cinco preguntas en todas las horas que había. 

Te mezclaste entre nosotros, al punto de infiltrarte. Preguntarte algo era parecido a tener una conversación, era fácil porque escuchaste. Teníamos en mente quien eras: Muñequita.  

En una excursión te escuche debatir y  encontré un pensamiento  que acompañó: la perfección hecha mujer [si hubo un momento en el que pude caer; fue ese].

Aunque en borderías también tienes título es extraño que lo utilices. Es más común verte la sonrisa y la mirada de expectación por lo que vas a oír, algunas veces tienes que cortar alas: lo haces con la ilusión sembrada en otra idea.

Hubo momentos en los que parecía que hablarás a paredes [casi olvidaste que las apariencias engañan]. Respirabas y seguías animando por unos proyectos de los que intentamos olvidarnos.
Demostraste que tenías una recepción de mensajes más amplia que el emisor.

Muñequita. Frágil y suave de palabras justas [alegres y/o castigadoras]. Energía viva de inquietud por descubrir.
Muñequita de fácil entender. Muñequita que aparecía en medio de las clases sin ser descubierta mientras eras buscada por respuestas de cordura. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario