Volver a casa de Compinche fue una sensación viva. Nos alegramos de vernos y ¡Dieron mimos! Fue muy agradable que abrieran las puertas, y que no las cerraran.
¿Tortuga? Salir al patio o estar en el sofá, escuchar música o leyendo. No importaba. Estar de pie o descansando en una silla.
Compinche tuvo más cuidado al número de brindis, era el 18 cumpleaños de su hijo, y no hizo tantas bromas malas. Dormimos allí.
Lo único malo son las escaleras que están por casi todas partes.
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