viernes

Débil cuando me sonríe, y me dice cualquier palabra. Débil cuando me pregunta y no soy capaz de ingeniar porque quisiera contestar por hacer reír. Débil cuando nos vemos. 

Débil cuando se burla.
Me hace débil, o por lo menos me diagnostico débil ante ella. Y me da igual saberme débil porque es por ella.

Llegó el momento, ese, en el que ya no hay más apuestas de riesgo porque no quedan más vidas que jugar. 


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