Tenía 23 años. P. C. Y más complicaciones. Fue de los primeros a los que entrené. Había tenido otra recaída, esta vez no salió.
Llevaba silla de ruedas y le tenían que aupar para subirlo al coche, lo miraban por la calle. Y no agachó la cabeza. Dejó de avergonzarse por la situación y de enfadarse.
Un crío del que tendríamos conocimiento que su tiempo era corto. Y dió igual, no nos preparamos para su último ' hasta luego, capullo'. Simplemente, pasó antes de lo que creímos.
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