Era besar el aire. Ninguna emoción que calentara. No había nadie que importara ni nos preocupamos entre nosotros. Su cuerpo irradiaba calor por más ropa que nos quitamos. Los besos obligados se olvidaron buscando una comodidad que no existía, un entendimiento forzado.
Las bases estaban claras: no había cariño y éramos egoístas al buscar una caricia que no sería respondida.
Los toques que nos dimos eran extraños y amargos que entre bromas quisimos endulzarlos; pero el inconsciente no quiso abandonarnos, traspasó su plano y se hizo consciente, recuerdos y pensamientos que [irónicamente] jodieron la noche.
Tuvimos bastante cabeza, o no suficiente alcohol, y sin rencores nos despedimos. Una despedida aliviada por no haber terminado, una despedida tensa por haber empezado. Dos cuerpos que se fueron apagando cuanto más cerca se movían.